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           Se suele afirmar que los cambios revolucionarios en la productividad agrícola son una condición esencial para el despegue del éxito. En los siglos X, XI, y XII aumentó la productividad agrícola y la calidad de los alimentos. Se creó un excedente de alimentos que permitió mantener una mayor actividad urbana y dio pie a que un número más elevado de población se dedicara a otras tareas distintas de las agrícolas. Todo ello se pudo llevar a efecto gracias a la explotación de grandes latitudes y a la parición de nuevas técnicas agrarias. La mayor colonización de tierras trajo consigo un aumento de la producción; pero ésta no habría sido lo que fue, si no se hubieran mejorado las técnicas de cultivo.

    Las técnicas romanas de cultivo eran adecuadas sólo para tierras ligeras y secas (del Mediterráneo). Con las mejoras técnicas se extendió el cultivo a tierras más fuertes y ricas; se trabajaron más tierras con menos trabajo, se diversificaron los cultivos, aumentaron las cosechas y mejoró el nivel de nutrición de la población.

    De las innovaciones que hicieron posible este resurgimiento agrícola, debemos destacar tres:
    La primera fue la sustitución del arado romano , útil para arañar las tierras secas y ligeras, por el arado de ruedas pesadas, equipado con reja, cuchilla y vertedera.

    Con este arado se consiguió ahorrar tiempo y trabajo, al no tener que binar ni terciar. El cultivo se extendió a zonas más fértiles, incluyendo tierras pesadas. Pero tenía el inconveniente de que se necesitaban más animales para arrastrarlo. Como no había mucho forraje, era muy costoso mantener los animales en invierno. Mantener grupos de arado de 8 bueyes resultaba tremendamente difícil y oneroso. Los agricultores intentaron sulucionarlo formando agrupaciones (cooperativas).

    Se hacía imprescindible utilizar animales más rápidos y eficaces, animales como el caballo.

           Para poder sacar buen rendimiento de este animal se necesitaba algo y este algo fueron la herradura clavada y la collera rígida y los arreos en fila.

    Estos descubrimientos permitieron utilizar toda la potencia de un conjunto de caballos, aumentar el rendimiento y eficacia del trabajo. Para hacernos una idea de esta eficacia, baste con decir que se cree que el coste, por día de trabajo, de un caballo es dos tercios de lo que cuesta un buey. Ahora bien, a los caballos había que alimentarles convenientemente. La avena era indispensable en su dieta. Su cultivo se empezó a desarrollar en la Edad Media cuando se sustituyó el sistema de dos campos por el de tres.

    En el sistema de dos campos, la tierra cultivable se dividía en dos mitades: Una se sembraba de trigo de invierno (centeno) y la otra se dejaba de barbecho. Con el sistema de tres campos, el terreno se dividía en tres tercios: Uno se sembraba de trigo de invierno; otro tercio, de avena y el resto se dejaba de barbecho. De esta forma, sin necesidad de arar más, se recolectaron más alimentos, se incrementó el cultivo de avena y se pudo alimentar mejor a los caballos.

    Al haber más diversificación de alimentos, la dieta de la población se enriqueció en vitaminas y proteínas y se pudo resistir mejor a las enfermedades.

    La rueda ha sido, sin duda, el invento más importante de la humanidad, pero ¿Habría podido la rueda llegar a formar parte de los actuales ingenios sin la ayuda de tan humildes inventos como el arado de hierro y la collera, hoy llenos de polvo y herrumbre, olvidados en un rincón?

Delfín

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